lunes, 11 de junio de 2018

EUP - Segundo Capítulo:



Un año y cuatro meses atrás:

—Explícame esto, Aidan. ¡Explícamelo! —gritó Sienna furiosa esa noche. Había tenido un par de meses sospechándolo pero hasta ahora había tenido la confirmación de sus inquietudes: La estaba engañando. De hecho, tenía un par de meses haciéndolo. Él, al verse atrapado entre su rabia y la foto innegable de un tabloide en el que aparecía besándose apasionadamente con una chica del staff de paramédicos de Los Angeles Kings luego de un encuentro disputado en Cleveland; solo pudo guardar silencio. Chrissie no tenía más de tres meses de haber sido contratada y sin embargo se las había arreglado muy bien para haber conquistado al receptor estrella del equipo y de la conferencia americana.— .No puedes ¿Cierto? Las fotos son bastante claras en sí. No hay dudas de que sea ella. ¡O tú!


Un silencio sepulcral reinaba en la casa. Sienna, sabiendo que no iba a poder guardar la calma- como habitualmente sabía hacer- ,  llevó a Dakota a casa de su madre y le pidió que la cuidara. Glenda no necesitó ninguna explicación, las fotos estaban corriendo por toda la prensa rosa,  impresa y digital .Incluso algunos de sus contactos en whatsapp le habían mandado las imágenes preguntando si eran ciertas.

Se acercó a él, con el andar sinuoso de una pantera que tiene acorralada a su presa. Y bien podía serlo con ese cabello negro como él ébano que llegaba por debajo de su cintura,  en una cortina espesa de la que solía disfrutar su esposo hasta hacía algún tiempo atrás. Sus conocedores ojos cafés lo traspasaban con una intensidad que casi podía alterarle el ritmo cardíaco.

—Solo dime una sola cosa, Aidan. Solo una. —levantó el dedo índice enfatizando su punto—. Admite ahora mismo si te acostaste con ella —él siguió en silencio pero esta vez con la cabeza entre las manos y la vista en sus pies. Resulta que la culpa podía pesar más que el mismísimo concreto. —¡Admítelo!

Él se estremeció por su grito desgarrado pero al mismo tiempo se levantó con rabia y le respondió de la misma forma:

—¡Si lo hice! ¿Está bien? ¡Lo hice! —respiraba con dificultad debido a la rabia que lo corroía por dentro. No sabía todavía a qué le tenía más en aquel momento: si a él, a su estupidez, a Chrissie o hasta a la misma Sienna.
El maldito silencio llenó la inmensa sala de estar, de la casa que compartían. Los ojos furiosos de Sienna se nublaron de lágrimas y decepción mientras que su boca se entreabría un poco, como si le hubiese asestado un puñetazo en la boca del estómago. La decepción estaba alta y clara en sus gestos.

—No, Aidan. Ya nada está bien. Y no lo va a estar más.

Su tono derrotado lo asustó más que cualquier otra cosa que hubiese vivido hasta entonces. Él la tomó de los hombros y la acercó lo más que ella se lo permitió y le levantó la barbilla con el índice.

—No llores, nena. Sabes que no soporto verte llorar, Sienna. Perdóname te lo ruego. Voy a contarte todo… —comenzó a hablar precipitada y desesperadamente. Como si se le acabara el tiempo; y no se equivocaba---. Iremos a terapia de parejas, si quieres. Todo volverá a ser como antes. Lo prometo.

La sonrisa de ella fue tan triste que resultó incluso siniestra. Se limpió las lágrimas y lo miró con una intensidad que casi lo hizo temblar.

—Solo dime una cosa más: ¿Fue más de una vez?

Él tragó grueso.

—Nena, eso no es importante ahora…

Sienna le tomó la cara entre sus manos y bajó su cara hasta sus labios. Lo besó apenas en las comisuras y volvió a verlo a los ojos que ahora la miraban entre confundidos y desesperados.

—Aidan, ¿Lo hiciste? —le preguntó con una necesidad que contrastaba con el tierno beso que le acababa de dar. Solo eso bastó para desbaratar cualquier intento de negación.

—Lo hice. —admitió.

Ella asintió y con delicadeza se soltó de su agarre. Caminó fuera de la estancia, subió las escaleras en silencio a su cuarto y cerró la puerta tras de sí.

Pasada una media hora, Aidan escuchó pasos de nuevo que descendían por la escalera; lo que lo sacó del ensimismamiento que lo poseyó desde que Sienna lo había dejado en la sala con nada más que un incierto silencio. Trotó hasta la escalera pero ella no estaba allí. Escuchó la puerta de la entrada cerrarse y corrió con todas sus fuerzas hacia esta pero Sienna ya estaba retrocediendo en la entrada. Su camioneta terminaba de dar la vuelta cuando él la alcanzó.

—¿A dónde vas, Sienna? ¡No hagas esto! ¡No nos hagas esto! —no sabía si lo decía en referencia a su hija o a ellos. Quizás a todo. Se aferraría a cualquier cosa que impidiera que lo dejara si tenía algún chance.

Con las manos aferrándose fuerte al volante, Sienna giró la cabeza. Sus ojos ya empezándose a inflamar de tanto llorar, también estaban bastante enrojecidos.

—Aidan, tenías que saber bien que después de una confesión como esa, aquel sería nuestro último beso. —su voz se quebró y una nueva lágrima se deslizó por un costado de su rostro. —Adiós, Aidan. 

Y solo así, lo dejó en plena calle con tan solo unos zapatos y pantalón de pijama. Con la mirada perdida en la camioneta color blanco que hacía ya mucho rato que no se divisaba… y una aparente fuente inagotable de lágrimas en su rostro.


*.*.*.*.*

Aidan avanzó por el estacionamiento del edificio central de Los Angeles Kings para entrenar. Se suponía que a esa hora estaría la línea defensiva en plena práctica, pero aprovecharía para drenar algo de la frustración que lo estaba consumiendo en las máquinas de pesas.

La música en su auto era atronadora, pero la necesitaba así. Con los oídos llenos de la rabia que transmitía Burn it down de Linkin Park, se estacionó en un movimiento casi digno de una película de persecución. Lamentablemente, su quaterback y mejor amigo: Daniel Romero, había llegado extremadamente temprano aquella mañana.

—Oh ¿Mal día? —quiso bromear mientras Aidan descendía de su Jaguar F-Type, pero al ver que su amigo tiraba la puerta del auto que usualmente trataba como si fuese de cristal, cambió de parecer—. ¿Qué pasó?

—No quiero hablar. —respondió este entre dientes y sin pararse a verlo o tan siquiera a saludarlo como habitualmente hacía.

—Hermano, espera. —salió casi trotando detrás de él.

—¿Qué te ocurre?

—Sienna me dejó anoche, Romero. —añadió Aidan pasando por un lado al personal de seguridad al que tampoco saludó como solía hacer siempre. —. No estoy de humor para mierda hoy. —dicho esto siguió de largo hasta los vestuarios. 

Danny se quedó en blanco cuando él le dijo lo de su esposa. Sabía lo mucho que aquello lo afectaba, por eso decidió ignorar su actitud hosca.

Aidan pasó la mayor parte de la mañana machacándose la parte superior del cuerpo con los distintos equipos de pesas con un par de audífonos grandes de los que salían las canciones más furiosas de Avenged Sevenfold y Linkin Park. Evidentemente estaba evitando a todo el mundo. Por la tarde practicó como si fuese más bien parte de la línea defensiva en vez de la ofensiva.

Al finalizar el entrenamiento,  a su amigo no le extrañó en lo absoluto que tuviese más tiempo del habitual en la sala de crioterapia. Lo encontró sumergido hasta los hombros en agua con hielo.

—Aidan, hombre. —lo llamó cuando entró en la estancia ahora desierta. —Háblame, hermano.

La cabeza de Aidan siguió caída hacia su pecho y con los ojos fijos en el agua.

—¿Qué quieres saber, Daniel? Ya te dije que Sienna me dejó ayer.

El hombre se acercó hacia un costado de la tina en la que su amigo lucía miserable.

—¿Pero qué pasó? ¿Por qué lo hizo? —el quaterback no salía de su asombro. Sienna estaba loca por Aidan y viceversa. No creía; hasta ahora; que hubiese fuerza posible que pudiera separar a aquellos dos, mucho menos desde que tuvieron a su hija hacía ya casi siete meses atrás. ¡Demonios, incluso antes! Su amigo se había vuelto completamente loco con Sienna desde que le había anunciado su embarazo. Había llevado el adjetivo posesivo a otro nuevo nivel.

—Porque le fui infiel hace mes y medio ¿Acaso no lees los periódicos? La maldita noticia está en  cada diario y revista de chisme de esta condenada ciudad. —pasó por alto su comentario amargo porque veía que el hombre que estaba delante de él estaba devastado.

No. En efecto ni él ni su esposa compraban el diario. Pasaban de empezar su día con un sinfín de malas noticias. Pero por otro lado, quizá Anna si supiera algo porque le estuvo preguntando por Aidan y Sienna anoche. Él lo atribuyó al hecho de que había salido en un par de ocasiones con ella.

—Fue Chrissie, si estás por preguntándote con quién lo hice. —añadió Aidan dejando al hombre frente a él,  mudo de la impresión. Cuando fue a hablar de nuevo, lo cortó: —Romero, en serio no quiero seguir hablando sobre esto. Mi esposa me dejó y se llevó a mi hija con ella. Esta mañana recibí una llamada de su abogada diciéndome que Sienna va a introducir la demanda de divorcio en los próximos días ¿Podrías dejarme solo para regodearme en mi miseria con lo poco que me queda de dignidad?.

Daniel respingó ante el comentario. Aidan solía ser bromista incluso en los peores momentos para ello, también era cortés y atento. Verlo tan devastado le afectó más de lo que podría admitir alguna vez ante alguien.

Su amigo parecía más bien como alguien al que le habían disparado y solo esperaba resignado a que el sangrado hiciera lo suyo: matarlo lentamente.


*.*.*.*.*

La siguiente vez que se vieron fue en un reconocido bufete en los alrededores de Rodeo Drive. El decorado minimalista y los colores monocromáticos combinaban a la perfección con lo que sentían las dos partes: un frío que les calaba más allá de los huesos. 

La abogada de Sienna, Trisha Rosewood. Famosa por ser especialista en divorcios y contratos prenupciales, tomó la delantera:

—Buenas tardes, caballeros —dijo ella en referencia a Aidan y su abogado que estaban del lado contrario de la mesa justo en frente de su clienta. Ambos se miraban a la cara sin decir o hacer nada---.Antes de comenzar, debo acotar que tanto mi clienta como yo tenemos las mejores intenciones de llegar a un acuerdo razonable y satisfactorio para ambas partes. Sin embargo; como le dije a ella: no dudaré en presionar si noto que debo hacerlo. No es ningún secreto que hay una menor de edad en medio de todo este conflicto. Así que es menester hacer el proceso lo más sencillo posible en pro del bienestar de la niña. Llevar este caso a la corte solo sería un episodio largo y amargo para todos.

Por otro lado, el abogado de Aidan; Timothy Williams era reconocido por ser especialista en pulverizar matrimonios de celebridades y asegurar adquisiciones de bienes imposibles de conseguir para la mayoría de expertos legales.

—Es entendible, Rosewood. Dejemos que tu clienta haga sus demandas y luego mi cliente verá si son razonables o no —la sonrisa de tiburón de Williams distaba mucho de ser amistosa. Sin embargo, no se le veía como alguien malvado sino astuto. Muy astuto.

—Aidan--empezó Sienna--. Propongo que establezcamos un fideicomiso desde ahora para Dakota, al cual pueda tener acceso a partir de los veintiún años. Me parece prudente que también se estipule un porcentaje anual de gastos máximos de este hasta que cumpla los veinticinco. Y estoy abierta a escuchar tu propuesta para su pensión alimenticia.

Aidan la miró fijamente, mientras que su abogado lo hizo con una mezcla de sospecha por sus requerimientos simples.

—Quiero tener un período no menor a dos y no mayor de tres o cuatro meses para buscar una nueva casa. Sabes bien que debido a mis horarios…

—No quiero la casa, Aidan. —lo cortó con certeza absoluta. —Así que tienes todo el tiempo del mundo para…

—Sé razonable, Sienna. No puedes exponer a Dakota a un cambio de ambiente…

—Aidan, no me hagas esto difícil. —le dirigió una mirada más bien  irónica. —No nos quedaremos en esa casa. Así que eres libre de venderla.

—Por los momentos no puedo comprarte una del mismo tamaño y costo en nuestro vecindario… —comenzó a replicar con un poco de rabia.

—Tampoco quiero eso. —y las palabras que diría a continuación serían las más dolorosas que habría escuchado en todo aquel proceso que era el del divorcio. O que de manera general, hubiese escuchado jamás. —.No quiero tu casa ni tu dinero, solo lo que acordemos en pro de Dakota porque es su derecho y tu deber. De resto, tú no tienes mayor obligación conmigo. —Rosewood iba a tratar de hacerla entrar en razón pero ella la hizo callar con un gesto de su mano. Lo cual no le gustó mucho a la espectacular afroamericana que tenía al lado representándola, ya que esta no estaba acostumbrada a amilanarse por nada ni ante nadie. Pero aquí su clienta llevaba la voz cantante—. Sabes por descontado que soy más que capaz de mantenernos a ambas sin problemas, así que no quiero más de ti que lo que puedas y quieras darle a ella. Ya que ese también es tu derecho. Y no me refiero solo financieramente, también me refiero al tiempo y custodia.

—Quiero poder verla cada  vez que quiera. —comenzó Aidan con cierta rudeza. Su mujer lo estaba despachando sin titubear y de paso ahora discutirían sobre la custodia de su hija. Nada podía ser peor que eso. Esos días sin Dakota en casa, con su cuna vacía lo estaban matando lentamente. Sienna nunca sabría lo miserable que estaba siendo él sin ellas—. Video llamadas a diario y custodia compartida.

Sienna asintió conforme.

—Es razonable. Dakota necesita a su papá y no seré yo quien se lo niegue.

Dakota esto, Dakota aquello. Nada de ellos o posibilidad de reconciliación fue relevante en la mesa de negociación. Cuando Aidan intentó asomar esa posibilidad, Sienna se desvió hacia otro punto. Y como ninguno de sus abogados particulares estaban interesados en algo más que sus respectivos honorarios; además del renombre de sumar un caso con un jugador súper estrella en sus logros personales, tampoco insistieron en aquella opción.


*.*.*.*.*

¡Un capítulo más! Qué harías tú en este caso? Sienna actuó correctamente? Tú habrías hecho lo mismo? 
Deja tu respuesta en los comentarios. Me encantará leerla. 
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