Un año y cuatro meses atrás:
—Explícame esto, Aidan.
¡Explícamelo! —gritó Sienna furiosa esa noche. Había tenido un par de meses
sospechándolo pero hasta ahora había tenido la confirmación de sus inquietudes:
La estaba engañando. De hecho, tenía un par de meses haciéndolo. Él, al verse
atrapado entre su rabia y la foto innegable de un tabloide en el que aparecía
besándose apasionadamente con una chica del staff de paramédicos de Los Angeles
Kings luego de un encuentro disputado en Cleveland; solo pudo guardar silencio.
Chrissie no tenía más de tres meses de haber sido contratada y sin embargo se
las había arreglado muy bien para haber conquistado al receptor estrella del
equipo y de la conferencia americana.— .No puedes ¿Cierto? Las fotos son
bastante claras en sí. No hay dudas de que sea ella. ¡O tú!
Un silencio sepulcral reinaba
en la casa. Sienna, sabiendo que no iba a poder guardar la calma- como
habitualmente sabía hacer- , llevó a
Dakota a casa de su madre y le pidió que la cuidara. Glenda no necesitó ninguna
explicación, las fotos estaban corriendo por toda la prensa rosa, impresa y digital .Incluso algunos de sus
contactos en whatsapp le habían mandado las imágenes preguntando si eran
ciertas.
Se acercó a él, con el andar
sinuoso de una pantera que tiene acorralada a su presa. Y bien podía serlo con
ese cabello negro como él ébano que llegaba por debajo de su cintura, en una cortina espesa de la que solía
disfrutar su esposo hasta hacía algún tiempo atrás. Sus conocedores ojos cafés
lo traspasaban con una intensidad que casi podía alterarle el ritmo cardíaco.
—Solo dime una sola cosa,
Aidan. Solo una. —levantó el dedo índice enfatizando su punto—. Admite ahora
mismo si te acostaste con ella —él siguió en silencio pero esta vez con la
cabeza entre las manos y la vista en sus pies. Resulta que la culpa podía pesar
más que el mismísimo concreto. —¡Admítelo!
Él se estremeció por su grito
desgarrado pero al mismo tiempo se levantó con rabia y le respondió de la misma
forma:
—¡Si lo hice! ¿Está bien? ¡Lo
hice! —respiraba con dificultad debido a la rabia que lo corroía por dentro. No
sabía todavía a qué le tenía más en aquel momento: si a él, a su estupidez, a
Chrissie o hasta a la misma Sienna.
El maldito silencio llenó la
inmensa sala de estar, de la casa que compartían. Los ojos furiosos de Sienna
se nublaron de lágrimas y decepción mientras que su boca se entreabría un poco,
como si le hubiese asestado un puñetazo en la boca del estómago. La decepción
estaba alta y clara en sus gestos.
—No, Aidan. Ya nada está bien.
Y no lo va a estar más.
Su tono derrotado lo asustó
más que cualquier otra cosa que hubiese vivido hasta entonces. Él la tomó de
los hombros y la acercó lo más que ella se lo permitió y le levantó la barbilla
con el índice.
—No llores, nena. Sabes que no
soporto verte llorar, Sienna. Perdóname te lo ruego. Voy a contarte todo…
—comenzó a hablar precipitada y desesperadamente. Como si se le acabara el
tiempo; y no se equivocaba---. Iremos a terapia de parejas, si quieres. Todo
volverá a ser como antes. Lo prometo.
La sonrisa de ella fue tan
triste que resultó incluso siniestra. Se limpió las lágrimas y lo miró con una
intensidad que casi lo hizo temblar.
—Solo dime una cosa más: ¿Fue
más de una vez?
Él tragó grueso.
—Nena, eso no es importante
ahora…
Sienna le tomó la cara entre
sus manos y bajó su cara hasta sus labios. Lo besó apenas en las comisuras y
volvió a verlo a los ojos que ahora la miraban entre confundidos y
desesperados.
—Aidan, ¿Lo hiciste? —le
preguntó con una necesidad que contrastaba con el tierno beso que le acababa de
dar. Solo eso bastó para desbaratar cualquier intento de negación.
—Lo hice. —admitió.
Ella asintió y con delicadeza
se soltó de su agarre. Caminó fuera de la estancia, subió las escaleras en
silencio a su cuarto y cerró la puerta tras de sí.
Pasada una media hora, Aidan
escuchó pasos de nuevo que descendían por la escalera; lo que lo sacó del
ensimismamiento que lo poseyó desde que Sienna lo había dejado en la sala con
nada más que un incierto silencio. Trotó hasta la escalera pero ella no estaba
allí. Escuchó la puerta de la entrada cerrarse y corrió con todas sus fuerzas
hacia esta pero Sienna ya estaba retrocediendo en la entrada. Su camioneta
terminaba de dar la vuelta cuando él la alcanzó.
—¿A dónde vas, Sienna? ¡No
hagas esto! ¡No nos hagas esto! —no sabía si lo decía en referencia a su hija o
a ellos. Quizás a todo. Se aferraría a cualquier cosa que impidiera que lo
dejara si tenía algún chance.
Con las manos aferrándose
fuerte al volante, Sienna giró la cabeza. Sus ojos ya empezándose a inflamar de
tanto llorar, también estaban bastante enrojecidos.
—Aidan, tenías que saber bien
que después de una confesión como esa, aquel sería nuestro último beso. —su voz
se quebró y una nueva lágrima se deslizó por un costado de su rostro. —Adiós,
Aidan.
Y solo así, lo dejó en plena
calle con tan solo unos zapatos y pantalón de pijama. Con la mirada perdida en
la camioneta color blanco que hacía ya mucho rato que no se divisaba… y una
aparente fuente inagotable de lágrimas en su rostro.
*.*.*.*.*
Aidan avanzó por el
estacionamiento del edificio central de Los Angeles Kings para entrenar. Se
suponía que a esa hora estaría la línea defensiva en plena práctica, pero
aprovecharía para drenar algo de la frustración que lo estaba consumiendo en
las máquinas de pesas.
La música en su auto era
atronadora, pero la necesitaba así. Con los oídos llenos de la rabia que
transmitía Burn it down de Linkin Park, se estacionó en un movimiento casi
digno de una película de persecución. Lamentablemente, su quaterback y mejor
amigo: Daniel Romero, había llegado extremadamente temprano aquella mañana.
—Oh ¿Mal día? —quiso bromear
mientras Aidan descendía de su Jaguar F-Type, pero al ver que su amigo tiraba
la puerta del auto que usualmente trataba como si fuese de cristal, cambió de
parecer—. ¿Qué pasó?
—No quiero hablar. —respondió
este entre dientes y sin pararse a verlo o tan siquiera a saludarlo como
habitualmente hacía.
—Hermano, espera. —salió casi
trotando detrás de él.
—¿Qué te ocurre?
—Sienna me dejó anoche,
Romero. —añadió Aidan pasando por un lado al personal de seguridad al que
tampoco saludó como solía hacer siempre. —. No estoy de humor para mierda hoy.
—dicho esto siguió de largo hasta los vestuarios.
Danny se quedó en blanco
cuando él le dijo lo de su esposa. Sabía lo mucho que aquello lo afectaba, por
eso decidió ignorar su actitud hosca.
Aidan pasó la mayor parte de
la mañana machacándose la parte superior del cuerpo con los distintos equipos
de pesas con un par de audífonos grandes de los que salían las canciones más
furiosas de Avenged Sevenfold y Linkin Park. Evidentemente estaba evitando a
todo el mundo. Por la tarde practicó como si fuese más bien parte de la línea
defensiva en vez de la ofensiva.
Al finalizar el
entrenamiento, a su amigo no le extrañó
en lo absoluto que tuviese más tiempo del habitual en la sala de crioterapia.
Lo encontró sumergido hasta los hombros en agua con hielo.
—Aidan, hombre. —lo llamó
cuando entró en la estancia ahora desierta. —Háblame, hermano.
La cabeza de Aidan siguió
caída hacia su pecho y con los ojos fijos en el agua.
—¿Qué quieres saber, Daniel?
Ya te dije que Sienna me dejó ayer.
El hombre se acercó hacia un
costado de la tina en la que su amigo lucía miserable.
—¿Pero qué pasó? ¿Por qué lo
hizo? —el quaterback no salía de su asombro. Sienna estaba loca por Aidan y
viceversa. No creía; hasta ahora; que hubiese fuerza posible que pudiera
separar a aquellos dos, mucho menos desde que tuvieron a su hija hacía ya casi
siete meses atrás. ¡Demonios, incluso antes! Su amigo se había vuelto
completamente loco con Sienna desde que le había anunciado su embarazo. Había
llevado el adjetivo posesivo a otro nuevo nivel.
—Porque le fui infiel hace mes
y medio ¿Acaso no lees los periódicos? La maldita noticia está en cada diario y revista de chisme de esta
condenada ciudad. —pasó por alto su comentario amargo porque veía que el hombre
que estaba delante de él estaba devastado.
No. En efecto ni él ni su
esposa compraban el diario. Pasaban de empezar su día con un sinfín de malas
noticias. Pero por otro lado, quizá Anna si supiera algo porque le estuvo
preguntando por Aidan y Sienna anoche. Él lo atribuyó al hecho de que había
salido en un par de ocasiones con ella.
—Fue Chrissie, si estás por
preguntándote con quién lo hice. —añadió Aidan dejando al hombre frente a
él, mudo de la impresión. Cuando fue a
hablar de nuevo, lo cortó: —Romero, en serio no quiero seguir hablando sobre
esto. Mi esposa me dejó y se llevó a mi hija con ella. Esta mañana recibí una
llamada de su abogada diciéndome que Sienna va a introducir la demanda de
divorcio en los próximos días ¿Podrías dejarme solo para regodearme en mi
miseria con lo poco que me queda de dignidad?.
Daniel respingó ante el
comentario. Aidan solía ser bromista incluso en los peores momentos para ello,
también era cortés y atento. Verlo tan devastado le afectó más de lo que podría
admitir alguna vez ante alguien.
Su amigo parecía más bien como
alguien al que le habían disparado y solo esperaba resignado a que el sangrado
hiciera lo suyo: matarlo lentamente.
*.*.*.*.*
La siguiente vez que se vieron
fue en un reconocido bufete en los alrededores de Rodeo Drive. El decorado minimalista
y los colores monocromáticos combinaban a la perfección con lo que sentían las
dos partes: un frío que les calaba más allá de los huesos.
La abogada de Sienna, Trisha
Rosewood. Famosa por ser especialista en divorcios y contratos prenupciales, tomó
la delantera:
—Buenas tardes, caballeros
—dijo ella en referencia a Aidan y su abogado que estaban del lado contrario de
la mesa justo en frente de su clienta. Ambos se miraban a la cara sin decir o
hacer nada---.Antes de comenzar, debo acotar que tanto mi clienta como yo
tenemos las mejores intenciones de llegar a un acuerdo razonable y
satisfactorio para ambas partes. Sin embargo; como le dije a ella: no dudaré en
presionar si noto que debo hacerlo. No es ningún secreto que hay una menor de
edad en medio de todo este conflicto. Así que es menester hacer el proceso lo
más sencillo posible en pro del bienestar de la niña. Llevar este caso a la
corte solo sería un episodio largo y amargo para todos.
Por otro lado, el abogado de
Aidan; Timothy Williams era reconocido por ser especialista en pulverizar
matrimonios de celebridades y asegurar adquisiciones de bienes imposibles de
conseguir para la mayoría de expertos legales.
—Es entendible, Rosewood.
Dejemos que tu clienta haga sus demandas y luego mi cliente verá si son
razonables o no —la sonrisa de tiburón de Williams distaba mucho de ser
amistosa. Sin embargo, no se le veía como alguien malvado sino astuto. Muy
astuto.
—Aidan--empezó Sienna--.
Propongo que establezcamos un fideicomiso desde ahora para Dakota, al cual
pueda tener acceso a partir de los veintiún años. Me parece prudente que
también se estipule un porcentaje anual de gastos máximos de este hasta que
cumpla los veinticinco. Y estoy abierta a escuchar tu propuesta para su pensión
alimenticia.
Aidan la miró fijamente,
mientras que su abogado lo hizo con una mezcla de sospecha por sus
requerimientos simples.
—Quiero tener un período no
menor a dos y no mayor de tres o cuatro meses para buscar una nueva casa. Sabes
bien que debido a mis horarios…
—No quiero la casa, Aidan. —lo
cortó con certeza absoluta. —Así que tienes todo el tiempo del mundo para…
—Sé razonable, Sienna. No
puedes exponer a Dakota a un cambio de ambiente…
—Aidan, no me hagas esto
difícil. —le dirigió una mirada más bien
irónica. —No nos quedaremos en esa casa. Así que eres libre de venderla.
—Por los momentos no puedo
comprarte una del mismo tamaño y costo en nuestro vecindario… —comenzó a
replicar con un poco de rabia.
—Tampoco quiero eso. —y las
palabras que diría a continuación serían las más dolorosas que habría escuchado
en todo aquel proceso que era el del divorcio. O que de manera general, hubiese
escuchado jamás. —.No quiero tu casa ni tu dinero, solo lo que acordemos en pro
de Dakota porque es su derecho y tu deber. De resto, tú no tienes mayor
obligación conmigo. —Rosewood iba a tratar de hacerla entrar en razón pero ella
la hizo callar con un gesto de su mano. Lo cual no le gustó mucho a la
espectacular afroamericana que tenía al lado representándola, ya que esta no estaba
acostumbrada a amilanarse por nada ni ante nadie. Pero aquí su clienta llevaba
la voz cantante—. Sabes por descontado que soy más que capaz de mantenernos a
ambas sin problemas, así que no quiero más de ti que lo que puedas y quieras
darle a ella. Ya que ese también es tu derecho. Y no me refiero solo
financieramente, también me refiero al tiempo y custodia.
—Quiero poder verla cada vez que quiera. —comenzó Aidan con cierta
rudeza. Su mujer lo estaba despachando sin titubear y de paso ahora discutirían
sobre la custodia de su hija. Nada podía ser peor que eso. Esos días sin Dakota
en casa, con su cuna vacía lo estaban matando lentamente. Sienna nunca sabría
lo miserable que estaba siendo él sin ellas—. Video llamadas a diario y
custodia compartida.
Sienna asintió conforme.
—Es razonable. Dakota necesita
a su papá y no seré yo quien se lo niegue.
Dakota esto, Dakota aquello.
Nada de ellos o posibilidad de reconciliación fue relevante en la mesa de
negociación. Cuando Aidan intentó asomar esa posibilidad, Sienna se desvió
hacia otro punto. Y como ninguno de sus abogados particulares estaban
interesados en algo más que sus respectivos honorarios; además del renombre de
sumar un caso con un jugador súper estrella en sus logros personales, tampoco
insistieron en aquella opción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario