lunes, 11 de junio de 2018

EUP - Cuarto Capítulo:


Sam Spears era el socio mayoritario de una cadena de gimnasios que estaba prosperando con bastante facilidad. Educado, cortés y caballeroso como ninguna de sus anteriores citas. Aunque debía reconocerse a sí misma que no daba mucho crédito por él cuando una de sus alumnas le dijo que tenía alguien que sería perfecto para ella y que era un prometedor gurú del fitness. Prejuicios, prejuicios.  Esa era la peor parte de un divorcio con una personalidad pública, al parecer tu vida privada no era ni tan tuya ni tan privada.

Cuando por fin accedió a salir con él, le gustó mucho que cenaran en un restaurant pop up que se especializaba en comida francesa. Comieron, rieron y conversaron por largo rato. Y  al finalizar la cena, la acompañó a su auto y se retiró como el mejor de los caballeros.


Las cosas siguieron igual por algún tiempo, Sam la recogía en su casa y hacían alguna actividad que les gustara o que quisieran experimentar. Hubo algunos besos por allí, todos increíbles. O lo hubiesen sido si ella hubiese podido quitarse del todo esa estúpida sensación de que estaba haciendo algo incorrecto.
Una tarde en la que Aidan se encontraba en su casa; aún no empezaba  la pretemporada y solía entrenar por las mañanas; recibió un paquete de Sam: una caja de una pastelería francesa que había inaugurado hacía poco tiempo. La tarjeta rezaba “Recordando nuestra primera cita y esperando con ansias la siguiente”. Dentro había distintos eclairs glaseados en varios tonos pasteles. El paquete le sacó una pequeña sonrisa hasta que sintió una presencia detrás de ella.

Claramente Aidan había tanto leído la tarjeta como visto el contenido, por su gesto agrio. Dakota descansaba sobre su hombro a punto de rendirse al sueño. Él asintió hacia la caja:

—¿Es de ese con el que te han fotografiado por allí? —el “ese” le salió con mucho veneno, pero no se preocupó en mostrarse ni un poco avergonzado por ese hecho.

Incómoda y molesta optó por ignorarlo para dirigirse a la cocina y colocar la caja en la nevera. Cuando se volteó, continuaba mirándola como si esperara una respuesta.

—No voy a hablar de esto contigo. —se giró y continuó preparando la cena, cosa que estaba haciendo antes de ser interrumpida por el sonido del timbre.

—¿Por qué no? —escuchó que dijo a su espalda.

—Porque estás durmiendo a nuestra hija y principalmente, porque no te debo ninguna explicación, Aidan. Lo sabes. Ya hemos hablado sobre ello.

Durante un buen rato no escuchó nada, pero no estaba para  la labor de darse la vuelta. El sonido de pasos alejándose la hizo tragar grueso e incluso sentirse un poco avergonzada. Sabía de sobra que no tenía por qué, pero tampoco ignoraba el hecho de que seguía enamorada de Aidan. Eso la molestó muchísimo más que el hecho de que él se atreviera a pedirle explicaciones sobre su vida privada.

Poco después con la cena ya lista, Sienna se disponía a servir cuando escuchó los pasos de Aidan. Iba a preguntarle si se quedaría a cenar cuando lo vio descender por las escaleras con las manos en puños y una actitud hosca. Sus ojos repletos de reproche se le clavaron hondo.

—Ocho meses apenas, Sienna. Apenas ocho…

Se limpió las manos en el paño y lo dejó con una falsa calma en la encimera. Sabía que ninguno de los dos levantaría la voz, no cuando tenían a su hija durmiendo a un par de metros de ellos. Siempre habían sido cuidadosos de no discutir delante de ella y nunca levantarse la voz si estaba cerca.

—Ten cuidado con cómo terminas esa oración.

—He tratado de arreglarlo contigo durante meses y me sigues despachando. Pero viene este Ken enchaquetado y le das no una sino varias oportunidades. Te desconozco, la verdad. —espetó con acidez. Esas palabas la escocieron más de lo que quiso reconocerse a sí misma; pero no lo suficiente como para hacerle desistir de contraatacar.

—Lo mismo dije yo cuando vi las fotos de mi esposo con la boca en un miembro del staff de su equipo y no porque le estuviese prestando primeros auxilios a la chica precisamente.

—Estoy harto de que siempre me saques lo mismo.

—Entonces no insistas en temas en los que sabes por descontado que no llevas chance de ganar.

—¿No has pensado en Dakota?

Para ese momento, ambos estaban rojos de tanta furia contenida pero fue ella quién se acercó a él para hablarle directo a la cara.

—¡No te atrevas a sacarme a mi hija en tu contexto machista! Sabes muy bien que nunca he sido para ella menos que una buena madre.

Rechinando los dientes, Aidan se dio media vuelta y se largó. Sola en la cocina se hizo más imponente el silencio y se sintió más consciente que nunca de su soledad.

Fue esa misma noche cuando quedó con Sam para verse y cenar; pero por primera vez no volvieron luego a casa. Sophie y su madre estaban cuidando de su hija.

No fue la casa de Sam, que era hermosa y elegante aunque un poco impersonal en su opinión. Suponía que no era extraño para ser el hogar de un hombre soltero y con poco tiempo para disfrutar de este.  Tampoco fue su actitud que en ningún momento dejó de ser atenta y dedicada, cuando se preocupó en que se sintiera a placer con cada detalle de esa noche. Tampoco fueron los besos o las caricias que, la verdad sea dicha, no eran malas en lo absoluto cuando conseguían que por breves momentos se perdiera en el roce de sus dedos en su cuerpo o el de la lengua en su boca.

Sin embargo, cuando él al fin la penetró, estaba en una dicotomía total: su cuerpo quería despertar al deseo por primera vez en mucho tiempo pero su mente estaba a kilómetros de ese colchón. Ni siquiera estaba lo suficientemente húmeda para que la experiencia se sintiera del todo natural; por lo cual fue un poco doloroso cuando Sam entró en ella, aunque lo hizo con delicadeza. Tenía los grandes brazos - debido a las interminables horas que él pasaba en sus propios gimnasios-, a los lados de su cabeza y con un completo dominio de su peso; Se apoyó desde la cintura hasta abajo en donde estaban ahora unidos y se deslizaba con sumo cuidado.

No le pasó desapercibido el hecho puesto que comenzó a acariciarla justo encima de donde estaba encajado. Le tomó un poco pero al final Sienna se humedeció lo suficiente para comenzar a sentir de nuevo esa sensación deliciosa recorriéndole el cuerpo. Sam le susurraba cada cierto tiempo cosas que, en otro momento o persona,  la habrían hecho sentir poderosa y deseada; pero justo allí necesitaba correrse. Optó entonces por callarlo con un beso que él no tardó en profundiza,  quizá pensando que al fin había logrado encenderla.

Se aferró a sus anchos hombros bronceados, pero no podía seguir en “esa” posición. No con su cara sobre la suya con unos rasgos que le eran tan agradables como extraños a su vez: cabello y ojos de un color castaño oscuro que la miraban con profundo deseo. Un cuerpo delgado y tonificado que se mecía con una cadencia lenta pero deliciosa. Y unos labios llenos que la devoraban con un ansia más agresiva que la de los movimientos con que la tomaba.

 Así que en un momento dado, consiguió que él cediera hasta que Sienna terminó moviéndose sobre sus caderas. Muy a pesar de su cerebro, gimió cuando él alcanzó un punto delicioso en su interior. Se cernió un poco más hasta agarrarse a la cabecera de la cama, abriéndose más para recibir sus estocadas que aumentaron en potencia.

Se corrió agarrada ahora a su cintura y se arqueó para él, quien parecía demasiado extasiado en la vista. Duraron un par de horas más pero para el momento en el que Sam se acurrucó a su lado, Sienna sentía que su corazón se partía a la mitad.

Nunca había ido tan lejos con un hombre después de Aidan. Por lo que a pesar de sus orgasmos, aquello no se sintió como una victoria en lo absoluto.

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Sienna hizo bien? Hizo mal? Alguna vez hasta intentado sacarte un despecho del pecho con otra persona? Cuéntame qué tal te fue o solo lo que te pareció  el capítulo. 
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Un besote. Nos seguimos leyendo. 


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