Sam Spears era el socio
mayoritario de una cadena de gimnasios que estaba prosperando con bastante
facilidad. Educado, cortés y caballeroso como ninguna de sus anteriores citas.
Aunque debía reconocerse a sí misma que no daba mucho crédito por él cuando una
de sus alumnas le dijo que tenía alguien que sería perfecto para ella y que era
un prometedor gurú del fitness. Prejuicios, prejuicios. Esa era la peor parte de un divorcio con una
personalidad pública, al parecer tu vida privada no era ni tan tuya ni tan
privada.
Cuando por fin accedió a salir
con él, le gustó mucho que cenaran en un restaurant pop up que se especializaba
en comida francesa. Comieron, rieron y conversaron por largo rato. Y al finalizar la cena, la acompañó a su auto y
se retiró como el mejor de los caballeros.
Las cosas siguieron igual por
algún tiempo, Sam la recogía en su casa y hacían alguna actividad que les
gustara o que quisieran experimentar. Hubo algunos besos por allí, todos
increíbles. O lo hubiesen sido si ella hubiese podido quitarse del todo esa
estúpida sensación de que estaba haciendo algo incorrecto.
Una tarde en la que Aidan se
encontraba en su casa; aún no empezaba
la pretemporada y solía entrenar por las mañanas; recibió un paquete de
Sam: una caja de una pastelería francesa que había inaugurado hacía poco tiempo.
La tarjeta rezaba “Recordando nuestra primera cita y esperando con ansias la
siguiente”. Dentro había distintos eclairs glaseados en varios tonos pasteles. El paquete le sacó
una pequeña sonrisa hasta que sintió una presencia detrás de ella.
Claramente Aidan había tanto
leído la tarjeta como visto el contenido, por su gesto agrio. Dakota descansaba
sobre su hombro a punto de rendirse al sueño. Él asintió hacia la caja:
—¿Es de ese con el que te han
fotografiado por allí? —el “ese” le salió con mucho veneno, pero no se preocupó
en mostrarse ni un poco avergonzado por ese hecho.
Incómoda y molesta optó por
ignorarlo para dirigirse a la cocina y colocar la caja en la nevera. Cuando se
volteó, continuaba mirándola como si esperara una respuesta.
—No voy a hablar de esto contigo.
—se giró y continuó preparando la cena, cosa que estaba haciendo antes de ser
interrumpida por el sonido del timbre.
—¿Por qué no? —escuchó que dijo a
su espalda.
—Porque estás durmiendo a nuestra
hija y principalmente, porque no te debo ninguna explicación, Aidan. Lo sabes.
Ya hemos hablado sobre ello.
Durante un buen rato no escuchó
nada, pero no estaba para la labor de
darse la vuelta. El sonido de pasos alejándose la hizo tragar grueso e incluso
sentirse un poco avergonzada. Sabía de sobra que no tenía por qué, pero tampoco
ignoraba el hecho de que seguía enamorada de Aidan. Eso la molestó muchísimo
más que el hecho de que él se atreviera a pedirle explicaciones sobre su vida
privada.
Poco después con la cena ya
lista, Sienna se disponía a servir cuando escuchó los pasos de Aidan. Iba a
preguntarle si se quedaría a cenar cuando lo vio descender por las escaleras
con las manos en puños y una actitud hosca. Sus ojos repletos de reproche se le
clavaron hondo.
—Ocho meses apenas, Sienna.
Apenas ocho…
Se limpió las manos en el paño y
lo dejó con una falsa calma en la encimera. Sabía que ninguno de los dos
levantaría la voz, no cuando tenían a su hija durmiendo a un par de metros de
ellos. Siempre habían sido cuidadosos de no discutir delante de ella y nunca
levantarse la voz si estaba cerca.
—Ten cuidado con cómo terminas
esa oración.
—He tratado de arreglarlo contigo
durante meses y me sigues despachando. Pero viene este Ken enchaquetado y le
das no una sino varias oportunidades. Te desconozco, la verdad. —espetó con
acidez. Esas palabas la escocieron más de lo que quiso reconocerse a sí misma;
pero no lo suficiente como para hacerle desistir de contraatacar.
—Lo mismo dije yo cuando vi las
fotos de mi esposo con la boca en un miembro del staff de su equipo y no porque
le estuviese prestando primeros auxilios a la chica precisamente.
—Estoy harto de que siempre me
saques lo mismo.
—Entonces no insistas en temas en
los que sabes por descontado que no llevas chance de ganar.
—¿No has pensado en Dakota?
Para ese momento, ambos estaban
rojos de tanta furia contenida pero fue ella quién se acercó a él para hablarle
directo a la cara.
—¡No te atrevas a sacarme a mi
hija en tu contexto machista! Sabes muy bien que nunca he sido para ella menos
que una buena madre.
Rechinando los dientes, Aidan se
dio media vuelta y se largó. Sola en la cocina se hizo más imponente el
silencio y se sintió más consciente que nunca de su soledad.
Fue esa misma noche cuando quedó
con Sam para verse y cenar; pero por primera vez no volvieron luego a casa.
Sophie y su madre estaban cuidando de su hija.
No fue la casa de Sam, que era
hermosa y elegante aunque un poco impersonal en su opinión. Suponía que no era
extraño para ser el hogar de un hombre soltero y con poco tiempo para disfrutar
de este. Tampoco fue su actitud que en
ningún momento dejó de ser atenta y dedicada, cuando se preocupó en que se
sintiera a placer con cada detalle de esa noche. Tampoco fueron los besos o las
caricias que, la verdad sea dicha, no eran malas en lo absoluto cuando
conseguían que por breves momentos se perdiera en el roce de sus dedos en su
cuerpo o el de la lengua en su boca.
Sin embargo, cuando él al fin la
penetró, estaba en una dicotomía total: su cuerpo quería despertar al deseo por
primera vez en mucho tiempo pero su mente estaba a kilómetros de ese colchón.
Ni siquiera estaba lo suficientemente húmeda para que la experiencia se
sintiera del todo natural; por lo cual fue un poco doloroso cuando Sam entró en
ella, aunque lo hizo con delicadeza. Tenía los grandes brazos - debido a las
interminables horas que él pasaba en sus propios gimnasios-, a los lados de su
cabeza y con un completo dominio de su peso; Se apoyó desde la cintura hasta
abajo en donde estaban ahora unidos y se deslizaba con sumo cuidado.
No le pasó desapercibido el hecho
puesto que comenzó a acariciarla justo encima de donde estaba encajado. Le tomó
un poco pero al final Sienna se humedeció lo suficiente para comenzar a sentir
de nuevo esa sensación deliciosa recorriéndole el cuerpo. Sam le susurraba cada
cierto tiempo cosas que, en otro momento o persona, la habrían hecho sentir poderosa y deseada;
pero justo allí necesitaba correrse. Optó entonces por callarlo con un beso que
él no tardó en profundiza, quizá
pensando que al fin había logrado encenderla.
Se aferró a sus anchos hombros
bronceados, pero no podía seguir en “esa” posición. No con su cara sobre la
suya con unos rasgos que le eran tan agradables como extraños a su vez: cabello
y ojos de un color castaño oscuro que la miraban con profundo deseo. Un cuerpo
delgado y tonificado que se mecía con una cadencia lenta pero deliciosa. Y unos
labios llenos que la devoraban con un ansia más agresiva que la de los
movimientos con que la tomaba.
Así que en un momento dado, consiguió que él
cediera hasta que Sienna terminó moviéndose sobre sus caderas. Muy a pesar de
su cerebro, gimió cuando él alcanzó un punto delicioso en su interior. Se
cernió un poco más hasta agarrarse a la cabecera de la cama, abriéndose más
para recibir sus estocadas que aumentaron en potencia.
Se corrió agarrada ahora a su
cintura y se arqueó para él, quien parecía demasiado extasiado en la vista.
Duraron un par de horas más pero para el momento en el que Sam se acurrucó a su
lado, Sienna sentía que su corazón se partía a la mitad.
Nunca había ido tan lejos con un hombre después
de Aidan. Por lo que a pesar de sus orgasmos, aquello no se sintió como una
victoria en lo absoluto.
*.*.*.*.*
Sienna hizo bien? Hizo mal? Alguna vez hasta intentado sacarte un despecho del pecho con otra persona? Cuéntame qué tal te fue o solo lo que te pareció el capítulo.
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Un besote. Nos seguimos leyendo.
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