Sam Spears era el socio
mayoritario de una cadena de gimnasios que estaba prosperando con bastante
facilidad. Educado, cortés y caballeroso como ninguna de sus anteriores citas.
Aunque debía reconocerse a sí misma que no daba mucho crédito por él cuando una
de sus alumnas le dijo que tenía alguien que sería perfecto para ella y que era
un prometedor gurú del fitness. Prejuicios, prejuicios. Esa era la peor parte de un divorcio con una
personalidad pública, al parecer tu vida privada no era ni tan tuya ni tan
privada.
Cuando por fin accedió a salir
con él, le gustó mucho que cenaran en un restaurant pop up que se especializaba
en comida francesa. Comieron, rieron y conversaron por largo rato. Y al finalizar la cena, la acompañó a su auto y
se retiró como el mejor de los caballeros.